Sobre Gama y los difíciles equilibrios entre economía y sostenibilidad

 

Es ya innegable la creciente preocupación e incertidumbre de la ciudadanía según se han divulgado los datos que representan la magnitud de los recursos naturales que implica Gamai, nombre del proyecto de implantación de una industria de celulosa para la fabricación de fibra textil en el municipio de Palas de Reis. Al respecto invito a consultar los documentos sometidos a información pública por parte de la Consellería de Industria, Economía e Innovación de la Xunta de Galicia. Tanto el Proyecto de autorización ambiental como el Estudio de impacto ambientalii implican la lectura de una buena cantidad de páginas y anexos con información técnica difícil de asimilar para una persona no experta en las materias expuestas, pero traza una idea muy imaginable tanto de la escala de la infraestructura como de sus posibles impactos. También cabe atender al mapa empresarial: Greenfiber S.L.iii, promotora del proyecto, es la empresa participada por la portuguesa Altriiv conjuntamente a la aportación de capital gallego, representado por Greenalia S.A.v Dibujando las líneas relacionales entre empresas y directivos como Manuel García Pardo, se vislumbra la magnitud de los intereses económicos, los apoyos políticos o los apoderamientos financieros implicados en esta actuación. Exagerando y simplificando, uno se cuestiona si Greenalia es una spin-off de la Xunta o viceversa.

 

Gama pone dos realidades sobre la balanza. Por un lado están las empresas ya instauradas de sectores como el agroalimentario y forestal, que han apostado por sinergias entre innovación y economía tradicional. Su desarrollo depende de los equilibrios entre la protección y la explotación de los recursos naturales, cuestión que conforma la biodiversidad y un paisaje que también beneficia a los negocios dependientes del turismo generado por “la Galicia verde” y el Camino de Santiago. Hablamos aquí de un ecosistema circular de riqueza distributiva entre la población asentada, cuya calidad de vida es proporcional al mantenimiento del entorno que lo sustenta. 

 

Por otro lado está la apuesta por la mega-factoría de celulosa propuesta por el binomio corporativo ya mencionado. Se mire por donde se mire y atendiendo a los datos del propio proyecto industrial, se puede asegurar que su implantación en la zona supone un impacto que destruiría el tejido socio-económico anteriormente descrito. Podemos sostener esta afirmación remitiéndonos al Documento de incorporación al mercadovi de la propia Greenalia, donde se enumeran algunas tipologías de impacto ambiental. Cito literalmente: 

 

 

Según su origen, se pueden diferenciar distintos tipos de impactos ambientales, entre ellos:

Aquellos vinculados con el aprovechamiento de los recursos naturales, ya sean

renovables, como los bosques o los mares, o no renovables, como el gas o el petróleo.

Aquellos relacionados con la actividad industrial y de servicios.

Aquellos derivados de un cambio en la modalidad de ocupación de la tierra; estos

cambios a menudo conllevan modificaciones intensas en las condiciones naturales o en

la situación económica, social o cultural de los habitantes.

Aquellos que resultan de fenómenos de contaminación, como los escapes de gas y el

vertido de efluentes o hidrocarburos en cursos de agua, mares.

 

 

El documento data del 2017, cuando Greenalia expandía definitivamente su negocio desde el sector forestal, su actividad de origen, al de las energías renovables, el cual domina actualmente en Galicia casi a modo de monopolio con sus filiales en biomasa, solar y eólico. El tercer punto del documento citado describe perfectamente los efectos asegurados del proyecto en Palas de Reis. Desde la zona de implantación hasta áreas más alejadas se verán irremediablemente afectadas por el propio asentamiento y escala de la infraestructura, por el incremento exponencial tanto en la explotación de recursos como de emisiones de la propia fábrica, a lo que hay que sumar el transporte continuo de suministros y mercancías. En cualquier caso, Ence y su implantación en la ría de Pontevedra, es un ejemplo histórico que expone a las claras “las modificaciones intensas” que conllevaría para Galicia la suma de otra industria similar y de todavía mayor escala.

 

Si bien Altri está asumiendo el foco mediático de la oposición al proyecto con cierta “naturalidad”, pues digamos que está acostumbrada a la conflictividad social que genera su actividad; no deja de sorprender esta apuesta por parte Greenalia, empresa que con esta actuación pone en riesgo una imagen de marca cimentada en su compromiso con el medio ambiente y el cambio climático. Basta visitar su web o leer sus últimas memorias anuales para comprobar la insistencia con la que recalcan estos valores. Por ahora la apuesta les está saliendo bien, Greenalia no aparece en la foto, incluso parece que este reparto de visibilidad fuese conveniente y convenido entre los socios gallego-portugueses. A la estrategia hay que sumar una primera presentación sesgada del proyecto que focalizaba su actividad exclusivamente en la producción de fibra textil ecológica, y a un calendario donde la totalidad del mismo y su impacto ambiental se hacen públicos apenas una semana después de las elecciones autonómicas.

 

Pero asumamos de manera fría que la responsabilidad de una S.A. no va más allá de rendir cuentas frente a sus accionistas. Esto es tan cierto como que la Xunta es la depositaria de la confianza de los ciudadanos, en aras del bien común delegamos la supervisión de la acción privada sin entrar en el juego natural de la competencia. Así un gobierno puede promover y distribuir ayudas según parámetros que estén en consonancia con los objetivos de sostenibilidad que se están marcando desde Europa. En este sentido parece cuanto menos poco equitativo, que la práctica totalidad de fondos PERTEvii se pretendan para esta propuesta industrial, cuando también incumple muchos de los criterios indispensables requeridos por el programa Next Generation.

 

Hoy en día, y sobre todo en sectores estratégicos, las políticas no pueden desentenderse de uno de nuestros mayores retos como sociedad: la emergencia climática. En nuestra Galicia ya es preocupante el aumento de la temperatura del agua y su contaminación, tanto en el mar como en las rías, afectando gravemente a los ecosistemas pesqueros y del marisqueo; los cliclos climatológicos de sequía o lluvia, calor o frío, son cada vez menos estacionales, prolongados e impredecibles; los incendios y la constante pérdida de bosque autóctono, praderío y suelo fértil, o la contaminación, tanto atmosférica como de acuíferos; todo ello conforma un panorama al que ya no se puede mirar de soslayo. El gobierno autonómico ha de asumir una planificación global y multidisciplinar desde la que legislar y promover iniciativas empresariales que empujen el desarrollo económico en equilibrio con la explotación de los recursos. Al respecto, como sociedad, como ciudadanos, también hemos de asumir y exigir responsabilidades más allá de intereses privados y partidismos.

 

La agenda del futuro no opone lo rural a lo urbano, reconfigura ambos modelos en procura de la interconexión coherente entre ciudades más verdes y humanizadas, y pueblos modernizados donde el proteccionismo de lo natural no contradice el sustento económico. Esto solo será posible con mucho esfuerzo y compromiso colectivo, pero todo se reduce a preguntarnos: ¿sabemos qué Galicia queremos ser y legar a las generaciones venideras? Mientras lo descubrimos me gustaría poder ser optimista.

 

viiPrograma de Recuperación y Transformación Económica.